Samer Naime Ferguson
Hace tres años, cuando la pandemia nos tenía encerrados en casa a la espera de mejores condiciones, descubrí en el catálogo de Primevideo la película de El sacrificio del ciervo sagrado (2017) de Yorgos Lanthimos donde el director griego presenta su adaptación de la tragedia griega Ifigenia en Aulide de Eurípdes. En este largometraje, Yorgos nos presenta a personajes fríos que acaban por cometer actos horribles para intentar detener un destino que es ineludible.
De esta forma, el El sacrificio del ciervo sagrado, fue mi puente a la filmografía de Lanthimos, por ello miré la mayoría de sus obras: de Canino hasta La favorita. Desde luego, no toda su obra me gusta, sin embargo, el uso predominante de cierto humor relacionado al absurdo e historias “extrañas” con un trasfondo de problemáticas profundas, lo posicionaron como un referente para mí. Por ello, cuando el año pasado vi las extravagantes imágenes del tráiler de Pobres criaturas, fue tal mi entusiasmo que al poco tiempo se lo había compartido a mi familia y amigos.
Pasaron los meses desde el lanzamiento del tráiler, y hace una semana fui a ver Pobres criaturas, sin embargo, más allá de una escenografía y vestuarios bellos e inusuales, me sorprendió que no había “algo más” en sus casi dos horas y media de metraje.
Pobres criaturas se desarrolla en una reimaginada Inglaterra victoriana con una mezcla entre rasgos oníricos y la clásica estética gótica. La película narra la historia de la “joven” Bella Baxter (Emma Stone), un experimento del Dr Godwin, que al poco tiempo de ser creada, por un acontecimiento que le provoca “curiosidad”, aumenta su interés por conocer fuera de su hogar, lo que la deparará en una aventura por el mundo.
Sin embargo, el problema de la última obra de Yorgos es que, más allá de narrar la aventura de una joven al exponerse al mundo exterior por primer vez en su vida, no hay más: la historia no tiene una problemática, lo cual no es imprescindible, pero aunado a eso, es decepcionante que cuando el relato se acerca a temáticas profundas como es la primera aproximación de un ser ingenuo a la pobreza y a la miseria, la cámara de Yorgos huye hacia situaciones menos problemáticas, como la reiteración de escenas sexuales que terminan por difuminar las supuestas razones por las que se presentan en cámara.
Finalmente, lo que nos debería de enseñar este largometraje es que es injusto esperar que cada película de un director al que admiramos supere a sus antecesoras o inclusive lleguen a ser comparables con la obra referente del autor. La nueva película de Yorgos Lanthimos no es una mala película, pues es entretenida y presentas muchas escenas graciosas, además del personaje interpretado por Mark Ruffalo, (el cual el considero el mejor logrado en esta historia) y un novedoso diseño de arte; sin embargo, es un hecho que esta película no llega a la extrañeza que provoca La langosta o la tensión angustiante que crea El sacrificio del ciervo sagrado.

Add Comment