Aprendemos de los maestros que en la escuela se esfuerzan por enseñarnos algo; otras veces aprendemos, casi sin darnos cuenta, por la repetición constante de las cosas que, por ser rutinarias, pasan a ser parte de nuestra vida y llegamos incluso a no considerarlas como aprendizaje valioso. Pero hay ocasiones en que leemos (ojalá) o escuchamos frases o anécdotas de personas ajenas a nuestra vida, y recibimos un mensaje que nunca fue pensado directamente para nosotros, sino se trata más bien de asuntos que cada uno de nosotros puede ir adaptando a las costumbres e intereses de su propia vida.
Algo como eso sucede cuando llega a mis manos un listado de anécdotas o frases atribuidas a ciertos personajes, como el que hoy traigo a esta columna. Henry Ford es reconocido mundialmente como el creador de las líneas de producción industrial y, por muchos, podría ser también el padre del automóvil moderno. Fue un inventor prolífico que obtuvo 161 patentes registradas. Como único propietario de la compañía Ford, se convirtió en una de las personas más reconocidas y más ricas del mundo.
Henry Ford nació en una granja, muy humilde, cerca de Detroit, Michigan, en 1863. Se cuenta que cuando tenía apenas 10 años de edad, vio una máquina de vapor -diseñada para ser fija- que su vecino había montado en ruedas que impulsaba por medio de cadenas para ayudar en las actividades agrícolas; Ford estaba tan impresionado con la máquina aquella que al poco tiempo ayudaba al dueño a arrancarla y guiarla. Ese “primer tractor” en su vida, según él mismo lo dijo, fue lo que lo convenció de que “tenía instinto de ingeniero”.
Cuando murió su madre teniendo solo 13 años, decidió mudarse a Detroit para trabajar como auxiliar y después experto operador de máquinas de vapor. A los 30 años, después de cambiar de trabajos siempre ascendiendo puestos, llegó a ser jefe en la compañía Edison, en donde ya encontró suficiente tiempo y dinero para sus propios experimentos con motores a gasolina.
Después de incursionar en autos de carreras, en 1908 decidió lanzar al mercado el Ford T, de precio bajo (hasta entonces los autos que existían eran “solo para los ricos”), fácil manejo y bajo mantenimiento, destinado al ciudadano “normal”. Creó la cadena de concesionarios (particulares) locales para que hubiera uno en cada ciudad de los Estados Unidos. El precio bajaba cada año (empezó costando 800 dólares en 1908 y en 1914 podías comprar uno por solamente 260 dólares. El precio promedio en el mundo era de 400 dólares.), y se publicitaba mucho, diciendo por ejemplo que “el cliente puede tener su auto en el color que quiera, siempre que sea negro.” Para 1918 la mitad de los coches en Estados Unidos eran modelo T. Se llegaron a vender más de 400,000 autos al año y en 1927 se produjo el último: en total salieron de la fábrica 15 millones de autos modelo T. Ford también es reconocido por su política de bienestar hacia los empleados; instituyó la semana de 5 días con jornadas de 8 horas, buscaba -o creaba- obreros especializados y pagaba los mejores sueldos de aquellos tiempos pues sostenía que el empleado necesita poder brindar bienestar a su familia, y eso se logra con tiempo y dinero.
La historia del magnate automotriz podría seguir por varias páginas, pero en esta ocasión mencionaremos algunas de las frases y pensamientos que se atribuyen a Ford, y que no necesariamente se refieren a cuestiones mecánicas o industriales, pero que espero nos hagan aprender, y reflexionar.
“A medida que avanzamos en la vida aprendemos los límites de nuestras capacidades.” Uno mismo se pone sus propios límites; son los audaces los que deciden que esos límites siempre pueden ser sobrepasados cuando encontramos nuevas y mejores formas de hacer las cosas. El conformismo mata.
“Corta tu propia madera y te calentará dos veces.” La satisfacción de lograr aquello que uno mismo se propone, diseña y lleva a cabo, no tiene comparación.
“El fracaso es simplemente una nueva oportunidad de empezar de nuevo, esta vez de forma más inteligente.” Hay que desmitificar el fracaso dejando de verlo como algo negativo; algo como la anécdota de Edison quien intentó -sin éxito- mil formas de fabricar una bombilla eléctrica antes de encontrar la buena, y al preguntarle si se sentía frustrado por tantos errores dijo: “No son errores, he descubierto mil formas en las que NO se puede fabricar una bombilla.”
“Cualquiera que deje de aprender será un viejo, ya sea a los veinte o a los ochenta; cualquier persona que sigue aprendiendo se mantiene joven.” Seamos conscientes de la necesidad de mantener nuestra vida siempre llena de aprendizajes; aquella frase de nuestros abuelos de “todos los días se aprende algo nuevo”, debemos recordarla y honrarla.
“A ningún hombre debe obligársele a hacer el trabajo que puede hacer una máquina.” Esta frase habla profundamente del sentido de revolución industrial que Ford estaba causando en la industria; sus lineas de producción demostraron ser mucho más eficientes que los sistemas tradicionales de fabricación, y las máquinas automáticas tuvieron un impacto de gran importancia en esta forma de producción.
“Hay tres cosas que se vuelven más valiosas con la edad: madera vieja para quemar, libros viejos para leer y viejos amigos para disfrutar.” Una interesante comparación y reconocimiento al valor de lo añejo. Él empezó su vida como industrial a una edad no muy temprana (30 años), pero siempre reconoció que la experiencia propia y las ideas que recibía de sus colaboradores de mayor edad, siempre eran útiles.
“En la vida encontrarás hombres que quieren ser cargados en los hombros de otros, que piensan que el mundo les debe la vida; no ven que todos debemos levantarnos juntos.” Una de las frases de Ford que habla del tejido social en el que está inmerso el ser humano.
“No encuentres los fallos, encuentra un remedio.” La mayoría de las personas gastan más tiempo y energía en rondar alrededor de los problemas, en lugar de dedicarse a encontrar la solución a ellos.
Y una última frase que, sin afán de hacerla relacionar con circunstancias políticas actuales, pasados o futuras, habla de su concepción de la economía capitalista como solución para elevar el nivel de vida de todos los ciudadanos.
“La pena capital es fundamentalmente errónea como cura contra el crimen, así como la caridad es equivocada como cura para la pobreza.”
Ciencia y Cultura, hasta la sepultura.
Soy Victor M. García de la Hoz, hasta la próxima.

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