Por Samer Naime Ferguson
Si un día miras en los estantes de los libros más vendidos de una Gandhi, un Péndulo, un Sanborns, probablemente encuentres las obras de No es país para viejos (2005) –adaptada al cine dos años después por los hermanos Cohen– y la ganadora del Pulitzer del 2007 La carretera (2006). Ambas novelas son de la autoría del escritor estadounidense Cormac McCarthy y representan una rareza entre los más vendidos (los cuales suelen ser tan solo hits del momento y literatura desechable), por ser muy buenas novelas que además son memorables, como en el caso del libro en el que enfocaré mis palabras: La carretera, cuya atmosfera apocalíptica parece ser el referente de la mayoría de las películas o libros recientes sobre este tema.
La carretera cuenta la historia sobre cómo un padre y su hijo sobreviven días tras día intentando acercarse al sur para pasar menos frio en tiempos invernales en una tierra agonizante cuyos únicos vestigios de vida y de civilización quedan reducidos a cenizas debido a los constantes incendios que acechan al planeta.
En esta odisea, McCarthy nos muestra cómo el padre busca enseñar a su hijo “¿qué es la humanidad y ser civilizado?”, al subsistir con la poca comida enlatada que queda escondida tras los escombros o alacenas que aún no fueron saqueadas, para no volverse parte de en un mundo desalmado donde los pocos sobrevivientes – en su mayoría caníbales – toman todo aquello que les produzca placer sin importar lo que destruyan o causen.
La carretera es una novela que leerás en poco tiempo debido a que sus cortos párrafos y diálogos mesurados te envuelven en su historia hasta el final y te atrapan debido a la empatía que sientes con los personajes principales y la preocupación que te provocan. Como toda gran novela, ésta permanecerá en tu memoria por mucho tiempo y te hará reflexionar sobre sus personajes, las situaciones que viven y te incomodará al generarte la siguiente pregunta: ¿Qué harías en una situación así? Con La carretera conocerás el lado más humano de la supervivencia y la noción de humanidad con tan solo el personaje de un padre y su hijo:
— ¿Nosotros somos los buenos, verdad papá?
— Nosotros somo los buenos.

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