Viene a mi mente aquella película de Viruta y Capulina, cuyo nombre no recuerdo, en la que terminan viviendo en una isla en la que deciden que la única ley que existe es que no hay leyes, y cualquiera puede entrar y salir sin tener que presentar pasaporte, permiso, visa ni nada por el estilo. ¿Existe algún país en el mundo que -realmente- sea así?
La respuesta a la pregunta anterior es: sí y no. Las islas Svalbard se encuentran en el Océano Ártico y los extranjeros que ahí llegan no necesitan ningún tipo de visa o permiso para vivir o trabajar en ellas.
Las islas están situadas apenas a unos mil kilómetros del polo Norte, tienen noches negras que duran cuatro meses y luego días eternos durante otros cuatro meses en los que el sol jamás se oculta. Su capital Longyearbyen es la ciudad más septentrional (más al Norte) del mundo, en donde se dice que hay solamente tres estaciones al año: verano, invierno e invierno intenso, cuyas temperaturas promedio varían de 5ºC a -20ºC en el año.
Cualquiera podría suponer que con esas condiciones hablaríamos de un lugar en donde no hay posibilidad de vida humana, pero la realidad es que sí la hay, y es muy intensa. Longyearbyen es el hogar de unas 2,000 personas de unos 50 países, por lo que se habla todo tipo de idiomas, aunque todos hablan inglés; existen además Ny Alesund y Barentsburg, dos ciudades con menos habitantes que la capital, pero no por ello menos intensas en vida, actividad económica y bullicio.
La actividad es intensa derivada, principalmente, de la minería y la caza de ballenas, focas, osos polares y en general cualquier animal capaz de producir más de un kilogramo de grasa. De hecho, la caza inició hace siglos, mismo tiempo en el que inició la ocupación de las islas. Obviamente hoy hay un control importante sobre la matanza de esas especies para evitar su exterminio, pero sigue siendo una actividad importante, después de la minería de carbón.
Un ecosistema ártico dibujado por glaciares y tundras donde habitan gran cantidad de focas, morsas, ballenas de varias especies, zorros árticos, manadas de renos en libertad y más de 160 especies de plantas, ha traído hoy a Svalbard una nueva actividad industrial: el turismo.
Se destaca, por sobre las otras especies animales, la gran cantidad de osos polares que -en absoluta libertad- vagabundean los bancos de hielo en busca de su alimento favorito: las focas; sin embargo, cuando escasea el alimento extienden sus “cotos” y merodean los tres asentamientos humanos de las islas, por ello, parte importante de las posesiones de los habitantes, y que impresiona a cualquier visitante, es salir de casa con un buen rifle automático de caza al hombro. De hecho, en la puerta de los restaurantes y comercios en Longyearbyen existen unos ganchos en la entrada para colgar los abrigos, y otros para los rifles junto a un cartel que ruega a los visitantes entrar desarmados al local; muy al estilo del viejo y lejano Oeste de Estados Unidos. Se dice que Svalbard es el lugar más al Norte del planeta, y donde siempre debes salir con un rifle al hombro.
Pero osos no es lo único que hay que ver en Svalbard.Lo invito, estimado lector, a pensar por un momento lo que pasaría si un día sucede una catástrofe natural de dimensiones inimaginables que hicieran que todos los agricultores del mundo perdieran sus cultivos. Obviamente surgiría la pregunta acerca de ¿y de que nos alimentaríamos? pero la segunda pregunta sería ¿y ahora de dónde vamos a sacar las semillas para volver a sembrar? Pues otro aspecto no menos importante del archipiélago es el ser la sede del Banco de Semillas más grande del mundo. Hay quien lo ha llamado “el banco de semillas del fin del mundo” pero lo interesante es que funciona en la misma forma que los bancos (de dinero) lo hacen: solamente quien haya depositado sus semillas en ese banco puede tener acceso a ellas. Aunque hay quienes lo consideran como el filón de ayuda para cuando llegue el apocalipsis total, también existe para atender los pequeños grandes problemas del mundo, por ejemplo, durante la guerra de Siria hubo una escasez de semillas en la región y el banco de semillas de Alepo no podía ser abierto por causas de guerra; el Banco de Svalbard pudo proveer las semillas que sirvieron para apoyar la alimentación de la región.
Este Banco de Semillas fue concebido como una especie de seguro de vida para una catástrofe, y como tal, merece ser reconocido. Sin embargo, sin afán de quitar mérito al Banco de Svalbard, hay que decir que en Yucatán se cuenta con un Banco de Semillas de tamaño muy importante para causas similares al de Svalbard.
¿Y el pasaporte?
Dijimos que en Svalbard no se requiere pasaporte, visa o permiso alguno, sin embargo, las islas son vigiladas por Noruega, y la única forma de llegar a ellas es desde ese país, que sí tiene sus restricciones de acceso como cualquier otro en el orbe, aunque después puede uno olvidar el pasaporte y las identificaciones “oficiales” para visitar -o quedarse a vivir- en Svalbard.
Ciencia y Cultura, hasta la sepultura.
Soy Victor M. García de la Hoz, hasta la próxima.

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