Por Alejandro Ruiz Robles
PASO A PASO.
Por más que nos desesperemos porque no llega o nos sorprenda por su súbito acontecer, nuestra vida tiene una ilógica que por muy ilógica que nos pueda parecer, los eventos se presentan cuando deben de suceder.
Siempre nos han dicho que “los tiempos de Dios son perfectos” pero tal pareciera que se olvidan de que somos imperfectos y lo que más queremos, es tener certeza del cuándo, cómo y todas las circunstancias a detalle de cada hecho que es relevante para nosotros.
De hecho, nos desespera tanto la espera que en muchas ocasiones alucinamos con los supuestos, conjugando todos los tiempos con el condicional “y si …”.
Tal como escucháramos con la canción bohemia “El breve espacio” del compositor Pablo Milanés con “… nadie sabe, al día siguiente, lo que hará …”, por más que planeemos, nada es cierto en el futuro.
Y todos estamos conscientes que por más esfuerzos que hagamos por seguir nuestra ruta de perfección, siempre hay algo que puede afectar nuestra ejecución; una vez que las cosas pasan, dependiendo de la persona, tendremos razones o excusas para explicar lo sucedido.
A la larga y con la madurez que resulta de los conocimientos, experiencias y sensibilidad, concluimos que la vida no es una ciencia exacta y sin duda, no hay resultado matemático en ella.
Al entender su real significado, agradecemos el vivirla a pesar de los grandes errores e infortunios que afrontemos en nuestro caminar.
¿Te has puesto a pensar lo aburrido que resultaría vivir si supieras desde antes lo que pasará?
HUELLA TRAS HUELLA.
Los profesores en el colegio siempre decían que no había materia más importante que la historia y que quien no la conocía “estaba en riesgo de repetirla”; y efectivamente, cuando nos olvidamos del pasado, todo lo que hagamos será nuevo desde nuestra perspectiva y en consecuencia, de nada servirá haberlo vivido.
En consecuencia, ni memoria corta ni olvidar el ayer simplemente vivir con lo sucedido y afrontarlo de la manera que nos haga aprovechar de la mejor manera cada momento.
No sé quien pueda prescindir de los afectos y sinsabores que a esta fecha cada uno de nosotros hemos tenido; realmente, no lo creo posible. De lo que si me he sorprendido, es que hay gente que mira con desprecio sus raíces y pretende hacerlas a un lado para suponer que no paso o bien, modificarlo a su gusto.
De más está pretender nuevas actitudes o puntos de partida, sino tomamos como base el camino recorrido; en el entendido que puede o no gustarnos, pero con una crítica positiva, debemos tomar lo mejor de ello y edificar sobre esas bases la persona que deseamos ser.
A menudo en las reuniones, al encontrar a gente del pasado, no causa extrañeza que al contar pasajes de su vida que incluso conocemos, lo hagan obviando detalles básicos a pesar de que sabemos de ellos. Desde luego que no es momento de incomodarlos con precisiones o aún más, desmentirlos, lo que si es un hecho es que su narración ilustra y en mucho, quienes son y de lo que son capaces.
No se trata de juzgar al momento de recordar, simplemente, se trata de conocer con quien nos relacionamos y por lógica, eso también aplica para nosotros.
En tu trayectoria … ¿has negado o cambiado momentos que has vivido para sentirte mejor?
¿QUIÉN SOY?
Dentro de las respuestas más desconcertantes a esta pregunta, hay desde quien te da el nombre y apellido que le dieron en casa, la profesión que tiene o el grado académico que estudió, un adjetivo que califique una habilidad o condición existente, un rasgo de su actividad, un sustantivo por su estado civil o por alguna característica que se tenga, en fin, nada que realmente atienda plenamente al cuestionamiento.
Y esto que es muy común, lo único que refleja es el desconocimiento que podemos a llegar de nosotros o bien, la complejidad que mostramos al describirnos.
En ese sentido, realmente no creo que haya una solución única, sino que tendremos que ajustarnos a las condiciones.
A mayor referencia, si estamos ante una autoridad, deberemos dar nuestro nombre, ante un cliente, nuestra profesión o destacar una habilidad, etcétera.
De ser así las cosas y tomando en cuenta que la mayor parte del tiempo estamos rodeados de individuos, en su rol de personas, ¿por qué no simplemente contestar con la razón y sensibilidad que corresponde?
No creo que a nuestros amigos les interese saber de nuestra profesión o riqueza, lo que procedería es destacar con hechos o palabras nuestros valores y sueños, ya sean realizados o de los cuales tengamos interés.
Si algo hemos aprendido es que no tiene caso ser presuntuoso ante quienes tienen afectos hacia nosotros; por el contrario, la sencillez con que nos conduzcamos dará el justo valor a quienes seamos para ellos.
De nada me sirve estar con la persona más acaudalada, con la profesión más envidiable o la posición más importante, si lo que busco es tratar con una persona que me haga sentir como tal.
¿Te has sentido vulnerable ante tu entorno cuando sólo te ostentas como un ser humano en proceso de ser su mejor versión?
LA PERSONA QUE SOY.
Lo mejor que tenemos cada uno de nosotros es lo que debemos de resaltar frente a las personas que nos importan.
He escuchado en los jóvenes la expresión “lo único que tienes de humano es tu conciencia” y si entendemos por esta “el conocimiento responsable y personal que tenemos de nuestra propia existencia, estados y actos”; sin duda es un gran punto. Tomando esto de ellos, ojalá que todos seamos conscientes en nuestro actuar cotidiano.
No sé trata de ser más ni menos que los demás, ya que la superioridad o inferioridad no resulta importante en un trato de afecto cotidiano.
No hay razón para ser presuntuoso o vano ante quien nos abre su corazón y su mente para tratarnos como personas; si ellos buscan alimentar su ser con nuestra esencia, voz y compañía … ¿cuál es la razón para ser una persona que no somos y sólo darle una versión chatarra de nosotros?
Retomando nuestro pasado, estoy seguro de que más de una vez hemos requerido que alguien nos de su apoyo y no siempre ha sido de la manera que lo requeríamos, ni mucho menos, en una forma adecuada. Razones puede haber muchas pero independientemente de ellas, lo que si estamos seguros es que esa respuesta nos dejo insatisfechos y quizás hasta nos lastimó.
Atendiendo a esas experiencias, pensemos que no tenemos el derecho a incomodar a nadie y que el éxito de nuestras relaciones está en tratar a los demás como deseamos ser tratados. Por ello, atendamos a quien viene a nosotros con la suficiente capacidad para escucharlos, analizar su contenido y emitir mensajes propositivos.
No se trata de engañarlos o decir lo que quieren escuchar, únicamente debemos ser nosotros quienes demos los elementos para construir un mejor escenario.
No es destruir por placer ni conveniencia a quien confía en nosotros; reitero, es ser la persona que desarrollo la confianza en quien nos busca y proporcione elementos de valor para su toma de decisiones.
Nunca es tarde para ser la mejor versión de nosotros frente a las personas que nos importan … simplemente … ¡dejemos fluir al ser humano que tiene el afecto de las personas en nuestro entorno!
Atendiendo lo aquí tratado … ¿ESTÁS CONTENTO CON LA PERSONA QUE ERES?
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Posdata: Agradezco el Reconocimiento que me ha sido otorgado “Cruz de la Democracia Alta Distinción, Honor, Dignidad y Gloria Gabriel García Márquez” el pasado 9 de febrero en Bogotá, Colombia.
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