A los 16 años uno es realmente impresionable. Con cualquier cosa se emociona y más cuando va con toda la familia al cine a ver «la película de la temporada». Resulta que esa cinta trataba acerca de una invasión extraterrestre y como la humanidad hizo hasta lo imposible por vencer al enemigo.
Su director, Roland Emerich, no se cansa jamás de besarle el trasero a los gringos, pero vamos, los efectos especiales son otra onda y además sale el Príncipe del Rap!
El resultado ya lo conocemos. Hace 20 años, Independence Day fue un hitazo de taquilla y se convirtió en un clásico instantáneo. Maravilló a propios y extraños, aunque la crítica la hizo pedazos. Pero vamos, el entretenimiento y el espectáculo valían la pena.
Al día de hoy tengo 36 años y quiero creer que he madurado un poco en cuanto a gustos y apreciación fílmica. Habiendo cursado un par de materias sobre apreciación cinematográfica, guión y storytelling, acepto que hubo muchos espejitos que confundí con piezas de oro en mi lejana juventud. Y que fue el mismo Emerich a quien le debo agradecer por enseñarme cómo hacer cine basura.
Desde su lamentable versión de Godzilla hasta su patético intento de interpretación de las profecías mayas en 2012, el director no había caído tan bajo. O al menos eso habría pensado si no hubiera perdido mi tiempo con Independece Day: Resurgence.
Esta secuela que nadie pidió (y que para nada fue requerida) llega 20 años tarde. La razón es simple, en esas dos décadas el cine nos ha mostrado otras propuestas fílmicas mejor escritas, mejor actuadas, mejor dirigidas y mucho mejor construidas.
Tenemos al mismo elenco de hace 20 años, salvo la ausencia de Will Smith, quien fuera el alma y cómic relief de la primer parte. Su ausencia se siente, sobre todo cuando el peso de su personaje y su nombre son pieza clave en el desarrollo de uno de los nuevos héroes, lo cual resulta agradable durante los primeros minutos, pero después harta; del resto del elenco que regresa a patear traseros alien, ni siquiera el buen ponderado Jeff Goldblum logra esa chispa de su versión pretérita.
Vaya, ni siquiera el pasarle la estafeta a una nueva generación funciona de la forma correcta. Todo se siente flojo, sin emoción, con secuencias que pretenden generar empatía con la audiencia, pero fallan de la forma más miserable.
Y ni se diga de los personajes secundarios o terciarios, algunos de plano debieron ser eliminados durante la edición…
Si bien no le irá mal en taquilla, mucho me temo que esta nueva producción de director alemán se queda muy, muy corta y muy alejada de su propuesta original.
Cuál es, al fin y al cabo, la finalidad de esta secuela? Construir el puente a lo que será una trilogía que nadie, absolutamente nadie esperaba y que nadie, pero nadie pidió.
(Y Emerich se queja del cine de súper héroes… JA!)
Así es, estimado lector. Vaya usted con muy bajas expectativas a ver Independece Day: Resurence. Y no se preocupe si nota algunos abismos en la trama, parece ser que fueron puestos ahí a propósito.
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