Eres Duncan Jones, hijo de la leyenda David Bowie. Decidiste no seguir sus pasos en la música, por lo que te dedicaste a contar historias de otra manera. Con Moon, le gritaste al mundo que tienes hambre y una visión renovada que el cine no sabía que necesitaba, por lo que tu nombre se elevó por las alturas. Te dieron dos, tres cintas más, las realizaste correctamente. Pero aún te faltaba esa cinta que te consagrara y consolidara como EL director del siglo XXI.
Entonces, decidiste aceptar el reto y filmaste Warcraft.
Para quienes no sepan, Warcraft es un mítico juego de video de rol en línea masivo, en donde el jugador toma el papel de un personaje poderoso y debe hacerlo crecer, ganar experiencia y aprender cosas nuevas para poder avanzar en el mismo. En él, humanos y orcos pelean entre sí por la dominación del mundo, pero no todo es tan blanco y negro como se esperaría.
La leyenda de esta marca ha marcado a varias generaciones de videjugadores, quienes encontraban en él historias dignas de ser llevadas a la pantalla grande. Tras varios años de planeación, reescrituras en el guión y ajustes de presupuestos, finalmente se anunció hace un par de años que la producción de la cinta había arrancado, bajo la dirección de Duncan Jones.
Nada, absolutamente nada podía salir mal.
Mejor dicho, nada tendría que haber salido mal.
Tenían todo: presupuesto, tiempo, un director con visión y un equipo de escritores bastante competente.
Finalmente, la cinta llegó a salas de cine hace poco menos de un mes y pues… Si eres fan de la mitología de Warcraft, esta cinta está hecha para ti. Tiene todo lo que esperas y tal vez un poco más.
Pero si eres una persona que jamás has jugado u escuchado del videojuego, te gusta el cine y crees que ésta es el nuevo “Lord of the Rings” o algo así, mucho me temo que debes mantenerte alejado de esta producción que, si bien cuenta con una manufactura casi perfecta en cuanto a efectos especiales, atención al detalle, producción y storytelling, falla abismalmente en la evolución de los personajes. Sobre todo en la empatía con el público, factor vital para que la historia importe.
Por que si al espectador le vale 3 gramos de cacahuate los personajes principales, la historia termina por valer exactamente lo mismo. De nada sirven los magníficos efectos especiales, la espectacularidad del 3D, lo increíble del sonido, cuando no sabes las razones por las que debería de importante lo que le sucede al personaje que ves en pantalla.
Así halla tenido la mejor taquilla de su género en la historia del cine, Warcraft (mal llamada en México como “La batalla entre dos mundos”) resulta una cinta tan intrascendente que falla en todos los intentos por ser algo más allá de una novedad momentánea. Sin ritmo, sin sentido y tan mal llevada que la “sorpresa” del villano principal se puede adivinar a los 20 minutos de la cinta.
Sigue a Israel Zepeda @i_Zepeda
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