Por Alejandro Ruiz Robles
EL ANIVERSARIO.
El deseo de todos durante nuestra niñez es lograr soñar y con el tiempo y dada su posibilidad, acceder a ellos.
Era común que los maestros preguntarán en clase ¿qué deseas ser de grande?, y con ello, miles de respuestas se escuchaban, desde fantásticas hasta reales, desde lógicas has inverosímiles, desde abundantes hasta escasas, en fin, no había mayor sorpresa que una vez dicha la pretensión, escuchar sus razones.
Durante las explicaciones destacaba quien quería ser como su padre o bien, alguien a quien admiraba; así como aquellos que no tomaban en cuenta una profesión sino tenían el interés de un oficio por encontrarlo emocionante o útil.
Los menos eran los que no tenían idea de lo que querían y entre ellos me encontraba yo; realmente nunca supe que quería ser con claridad, toda vez que me gustaban características de algunas profesiones, pero en ese momento no las veía de manera conjunta. Por citar algunas, ser maestro por un sueño que mi mami me compartía, ser militar por la disciplina que observaba en ellos durante las películas o los desfiles, ser superhéroe o policía por proteger a la ciudadanía y quizás la que más me atraía, era la del artista, toda vez que su labor creativa era algo que me fascina.
Con el pasar de los años y ya en mi juventud, opté por ser abogado con la encomienda de llevar a cabo todas esas acciones durante mi ejercicio.
Si hay una constante en la vida, es que ésta siempre te sorprende y un veintiséis de enero me permitió aprobar el examen definitivo de Corredor Público; en cuya actividad, conjunté todo lo que alguna vez quise.
En fin, esta vez compartiré algunas situaciones que observé en ese recorrido con la mayor humildad y con la única intención de que, si hay alguien que quiera tomar algo de ellas, lo haga.
¿Me permiten hacerlo?
HECHOS SON AMORES.
En mi vida he tenido la oportunidad de ver a bastantes personas desarrollarse profesionalmente y si de algo estoy convencido es que, si bien, el estudio es una base increíble para crear y consolidar un patrimonio familiar, lo que resulta verdaderamente importante es la actitud para nunca darse por vencido a pesar de las adversidades.
Así como no hay recetas secretas para el éxito, milagros para la plenitud, magia para el bienestar, me queda claro que a diferencia de los deportes, no existe mayor incertidumbre que ver en lo que se convertirá con el tiempo un infante, atendiendo desde luego a que la vejez se haga presente en su vida.
De tal manera que por más que pretendan los padres y en sí, la familia, procurarles el camino y la abundancia, cada hijo tendrá su presente en las manos y con él, la construcción de su futuro.
En reunión familiares de amigos, siempre se coincide que lo que todos procuran es darles la educación necesaria para destacar; no obstante, si bien es importante, algunos también hacemos énfasis en la actitud de afrontar el día a día y el ejemplo que nosotros mostramos con nuestro actuar.
Es maravilloso ver que padres y madres que luchan, trabajan y procuran a sus familias, obtengan de recompensa a hijos que hagan lo propio por ellos.
De los refranes que se escuchan al respecto, hay uno que señala: “quien es buen hijo, es buen padre”; y si bien esto podría ser lógico, no hay que apostarle a ello.
Realmente, no hay recetas para criar hijos y mucho menos, garantizarles que su vida será como la anhelamos; sin embargo, muchos creemos que ser personas de valores y así conducirnos, siempre será la semilla que pueda germinar en ellos.
Quizás sea iluso, pero los argumentos que me parecen más contundentes de esos foros, es creer que “más se aprende de personas de principios que construyen realidades favorables para el desarrollo, que de seres de calidad humana cuestionable con escenarios de destrucción”. ¿Te parece lógica está aseveración?
CREADORES DE MONSTRUOS.
Mary Shelley escribió la novela “Frankenstein” a principios de 1800 y si bien, se trataba de otros tiempos con una relación parental sumamente interesante; podría decirse que hay una idea que se ha convertido en una constante en las familias: la creación de monstruos.
No hay peor padre que el que le da todos los bienes materiales o logros a su hijo sin mostrarle el valor de éstos; ambos podrán quedar satisfechos de manera inmediata; sin embargo, a la larga, uno podrá ver su inversión perdida y el otro, será inútil de por sí alcanzar sus satisfactores.
La ciencia ficción que planteaba el texto a menudo se convierte en una dura realidad para los ahí participantes con resultados críticos.
Ante ello, la cotidianeidad parecería mostrarnos que aquel que sabe y reconoce el valor del esfuerzo por obtener las cosas, tendrá un mayor sentido de responsabilidad para lograrlo y mantenerlo; por el contrario, quien lo obtiene fácil, con facilidad prescindirá de él.
En el camino conocemos a muchos tipos de personas, siendo los casos más tristes, los de aquéllos que teniéndolo todo con el tiempo son dueños de nada y los que hacen de la nada su forma de vida; por el contrario, alegra saber de aquellos quienes han tenido bienes y dones y los procuran y de quienes con la magia de su esfuerzo han consolidado su palacio acorde a sus necesidades, siempre con la idea de compartirlo con quienes aman.
La mayoría de los adultos con los que he crecido me han comentado que, si bien nunca estarán preparados para partir, no hay mejor momento desde su perspectiva, para hacerlo cuando sus hijos han logrado consolidar la felicidad en sus casas.
Ante ello, me queda claro que la vida no es una novela, por más que la realidad desplace a la imaginación; se trata de vivir cada segundo y procurar disfrutar los mayores momentos de felicidad posibles en función del camino que construyamos … ¿crees que esto es una locura?
SIN SUEÑOS NO HAY PARAÍSO.
Si bien cada persona es distinta, siempre hay cosas comunes para todos, entre ellas, la posibilidad de soñar y el compromiso por lograrlo.
Quizás, dadas las circunstancias, no podamos dar mucho a los que están a nuestro alrededor y mucho menos, lastimosamente, a quienes están a nuestro lado; sin embargo, lo que está en nuestra mano compartir es lo que somos como personas y todas las virtudes y enseñanzas aprendidas que nos han permitido ser quienes somos. Está demás llenarlos de palabras cuando son nuestras acciones las que más se muestran.
En un mundo que pareciera que se ha perdido la perspectiva y en la cual, tal pareciera que lo que predominan son elementos y factores para autodestruirnos; siempre valdrá la pena observar a aquellos que con sus acciones nos hacen sentir seres humanos y nos aportan para que construyamos nuestra mejor versión.
Quizás si hoy volviéramos a nuestra niñez cambiaríamos nuestro deseo de que ser a futuro, ya fuera por orientarlo más a lo que somos o bien, buscar algo que nos llamara la atención de adultos; no obstante, lo que no perderíamos sería la alegría por soñarlo y mucho menos, por lograrlo.
Entender que la felicidad no es una meta sino es una forma de vida y que eso si es algo que podamos mostrar y compartir, nos ayudará a entender la pretensión de nuestros padres: vernos y sabernos felices, máxime si es con algo que nos hayan aportado.
Sabemos que no todos nacimos para ser profesionales o vivir de una ocupación, pero lo que si sabemos es que la felicidad está al alcance de nuestras manos.
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