Si usted tiene internet y algún dispositivo móvil que pueda correr una pequeña pero poderosa aplicación llamada Netflix, entonces instálela e ingrese la siguiente palabra en las búsquedas: Narcos. Ahora siéntese y disfrute.
¿Por qué? Pues debido a que se pierde usted de una experiencia y propuesta única en su tipo. No es otra “narco novela” de las que producen Televisa / Telemundo, ni mucho menos es un descaro norteamericano que relata lo correcto en sus maniobras y manipulaciones en sudamérica.
Todos hemos escuchado de Pablo Escobar, de ese delincuente que construyó casas, hospitales, iglesias, canchas de futbol, que remodeló barrios enteros, que obsequiaba dinero a quienes lo necesitaban y que, en su momento, quiso tener un lugar en la política colombiana. Si, cual Robin Hood, sólo que sus crímenes iban más allá de “robarle a los ricos”, pues bajo sus órdenes, instituyó el mayor cartel de drogas de toda latinoamérica. En su momento, su poder era total y su presencia se sentía hasta los Estados Unidos, país en donde su mercancía se vendía como pan caliente.
Obviamente al gobierno norteamericano le causó estragos que su población se intoxicara con sustancias extrañas – y sin mencionar que los millones de dólares que generaba la venta de ese producto jamás pasaban por sus arcas-, entonces decidió intervenir, siempre en busca de sus intereses.
Es así como comenzó, hace un año, Narcos, una serie original de Netflix, basada en la experiencia de Steve Murphy, un agente de la DEA cuya misión era simple, detener a Escobar.
Al inicio de cada capítulo, la serie advierte que, aunque los hechos están basados en hechos reales, algunas situaciones y personajes fueron modificados (o creados) en beneficio del drama. Y si, de esto la serie tiene muchísimo, bien contado y relatado, pues cuenta con la manufactura de cineastas de la talla de José Padilha, quien dirigió Elite Squad, una de las cintas más taquilleras en la historia de Brasil; curiosamente, la estrella de esta cinta, Wagner Moura, fue el elegido por los productores para encarnar al mismísimo Pablo Escobar.
En un inicio, el acento portugués de Moura causó desazón en los televidentes, pues era complicado creerle su interpretación, ya que el acento colombiano es uno de los más característicos en todo el mundo. Pero la intensidad que le inyectó al personaje, sumado a su carisma sin igual, hacen de su interpretación una delicia a la vista, tanto así que es complicado no sentir empatía por el villano, porque no sólo nos quedamos con su faceta criminal, sino que la serie se atreve a meterse más íntimamente con toda la familia Escobar. Su madre, su esposa, sus hijos, su primo y sus seres más cercanos marcan la pauta de gran parte de la producción.
En este respeto, no puedo más que reconocer la gran calidad con la que fue filmada la serie. Tanto en locaciones, props, actores, edición, música, vestuario, ambientación… realmente nos traslada a la década de los 80 y, desde ahí, hasta el 93. Si usted sabe de historia, conoce el destino del villano… pero no por nada Netflix recién anunció una 3ra y hasta 4ta temporada. ¿Cómo es esto posible? Fácil. Aunque la primera y segunda temporada de Narcos se enfoca en Pablo Escobar, éste dejó el camino libre para que otros siguieran sus pasos.
No diré más para que haga usted el esfuerzo (más bien, el gozo) de ver la serie desde un principio y se maraville con esta propuesta bilingüe. No se deje engañar por críticas sobre estereotipos ni modos, mejor ábrale la puerta a la familia Escobar. Creáme, disfrutará el viaje, parce.
Sigue a Israel Zepeda en su cuenta de Twitter: @i_Zepeda
Add Comment