Para todos los geekazos que leen esta columna, el término DLC es algo de todos los días. Pero para todos aquellos que son ajenos a estos términos y llegaron a este espacio recóndito de la web por azares del destino o por mera coincidencia, estas siglas significan “downloadable content” (“contenido descargable” en español, pues).
Este término es muy común en el argot de los videojuegos, pues se hizo popular cuando el internet llegó a nuestras casas y aquellos desarrolladores flojos que no terminaron bien sus juegos antes de ponerlos a la venta, tuvieron una ventana de oportunidad única al permitir bajar “parches” y “contenido extra” – la mayoría de las veces a cambio de $ – y así floreció aún más el negocio de los interactivos.
Ya es cosa de todos los días pagar 50 dólares por un juego y meses después, desembolsar otros 20, luego otros 20 y así, hasta que el pulbisher decide poner a la venta una secuela o darle punto final a la historia.
Veo con tristeza que esta mala maña de la industria de los videojuegos está a punto de ser importada a otras índoles. Tal es el caso del cine, pues cada vez vemos más y más películas que se quedan a medias en la pantalla grande y para todos aquellos que la quieren ver en toda su supuesta grandeza, deben desembolsar más de 30 dólares (500 pesos) si es que deseamos ver la historia como el director “quiso que la viéramos desde el inicio, pero el estudio no lo dejó”.
El ejemplo más claro de esto es la lamentable trama en la que por razones que aún no comprendo, Batman decide que matar a Superman es buena idea; mientras tanto, Superman no se siente tan super por que es incomprendido por la humanidad; sufre por ello y decide desquitarse con un vigilante que se agandalla con los criminales.
En efecto, Batman V Superman es una historia mal contada en pantallas, por lo que al irle tan mal en crítica y en taquillas, WB decide que los fans merecen pagar más para ver 30 minutos extra de película que podría arreglar el caos que armó Zack Snyder (o tal vez no). Obviamente, el morbo moverá a millones de fanboys con tan poco respeto propio que la casa productora sabe que con este producto podrán recuperar parte de su inversión y continuar con sus planes de hacerle competencia a Marvel Studios.
Y, si bien los 30 minutos extra arreglan un poco los abismos en el guión y dan uno que otro detalle que los fans de los comics sabrán apreciar (pero que no agradecerán, pues no son más que fanservice acomodado con calzador), la edición extendida de Batman V Superman: El Origen de la Justicia no le alcanza para justificar todo lo que falló en su versión cinematográfica. Aún se siente floja, sin motivos reales que motiven a los protagonistas a justificar su “enemistad, sin pies ni cabeza cuando se trata de darle un poco de sentido común a los personajes y, si, el gag de “Martha” aún sigue ahí, igual de patético que la primera vez.
Si por alguna extraña razón disfrutaron de esta bizarra experiencia – la cual WB ya prometió que no se repetirá – y tienen $360.00 que les sobren, acudan a su tienda de confianza, adquieran esta pieza que encontrarán en barata en unos dos o tres meses y ayuden a financiar la siguiente aventura de los héroes de DC en cines. Vaya que ellos necesitan que los salven.
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