Por Samer Naime Ferguson
Después de 14 años, James Cameron -el creador de blockbusters como Terminator (1984) o Titanic (1997)- presenta la continuación de Avatar(2009), una de las películas más taquilleras de todos los tiempos, en la que seguimos la trayectoria de Jake Sully (Sam Worthington), quien en la primera entrega de la saga decide dejar al ejército humano para apoyar a los nativos del planeta. Ahora deberá proteger a su familia ante el regreso de los humanos, quienes llegan a Pandora con un nuevo objetivo.
Avatar: el camino del agua mantiene el espíritu de su predecesora al destacarse por sus efectos especiales –a pesar de ser el recurso más utilizado en casi todas las películas taquilleras de los últimos veinte años, como las de Marvel Studios – ya que logra sumergirnos en una experiencia visual emocionante, la cual se debe disfrutar en usa sala con pantalla IMAX en tercera dimensión.
La primera entrega tuvo demasiado éxito porque nos mostró por medio de efectos especiales, tan novedosos y sorprendes para la época, mundos desconocidos que los mismos espectadores regresaban al cine más de una vez para revivir la experiencia visual. Ahora bien, la más reciente cinta de Cameron, a diferencia de su predecesora, tiene como sustento lo visual, sin apoyarse en una historia interesante para mantener el interés del espectador.
De esta manera, la película a pesar de ser visualmente atractiva y deslumbrante por sus escenarios fantásticos pierde fuerza debido a que cuenta un relato desde una perspectiva infantil o básica sobre la lucha por la conservación de la naturaleza, y los otros acontecimientos como el relato de amor entre un hijo de Jake (Jamie Flatters) y una nativa (Bailey Bass) o la explicación del padre ausente de la hija de la doctora Grace (Sigourney Weaver), no tienen trascendencia en la historia. Por lo mencionado, la película da la impresión de que varias situaciones que se presentan sirven más para enriquecer la historias de otras entregas de la saga que a enganchar al espectador en ésta, cuando al menos una de ellas –creo– debería de concluirse.

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